Soñar que estás volando es el símbolo de la libertad, este sueño ofrece buenos presagios. Simboliza nuestra inspiración y el deseo de trascender de lo común
La Odisea del Parapente
Miguel Hernández, por supuesto que desde luego que conoce a la Señora María (que no te acuerdas quien es la Señora María, pues la dueña del Hotel Plaza en Iquique). La recomendación que él me hizo fue llevar jeans o un buen pantalón, zapatos tennis, una chompa o “polerón”, la cámara digital era una posibilidad ya que al no ser nosotros los pilotos tendríamos arriba total libertad de movimiento.
¿Qué quién es Miguel Hernández?. Ah, claro todavía no lo he presentado, él es un enamorado de volar en parapente, lo conocí por que en el hotel había publicidad de “Fly Iquique”, para hispano parlantes “Vuela Iquique” y me antojé de hacerlo. Así que llamé al número telefónico de dicha publicidad y él fue quien me atendió.
Me contaba que el horario en el que se puede volar era más o menos entre las 11h00 y las 18h00, pero que él prefería en la mañana más o menos desde las 11h30 hasta 15h30, por el tipo de viento y la intensidad; ya que a otras horas podría implicar alguna posibilidad de riesgo para él o peor aún (desde mi punto de vista) su copiloto.
Mencioné a algunos de los del clan mi idea y Milton, ni corto ni perezoso, se decidió de una a acompañarme. Diana, MoniK y Katty se entusiasmaron con la idea, pero finalmente una sola se animó para la aventura, claro que esperó a ver nuestro resultado para decidirse. En todo caso, las tres estuvieron atentas de como nos iba desde "Mi Cafetal", lugar del que ya hablaré más adelante.

Por lo tanto, al día siguiente fuimos a las presentaciones en el congreso de la mañana y antes de pensar siquiera en almorzar fuimos a la playa donde caminamos un rato y fuimos a tocar el agua para ver que tan fría estaba el agua, ya que estábamos planeando ir a nadar al día siguiente, finalmente llegamos a la playa de “Cavancha”, más específicamente a la “Choza Bambú”, un restaurante que queda en la playa y que tal parece es el centro de reuniones de todos los amantes del Parapente en Iquique, pero además el lugar con unos jugos de mango en Leche deliciosos; Milton aprovechó para probar unas empanaditas una de camarón y otra de ostiones. Debimos esperar bastante tiempo, ya que antes de nosotros voló con unos gringos, y nos contó que las condiciones de viento nada que aparecían por lo que debía esperar un poco para despegar, además debió aterrizar en otra zona, ya que en principio si las condiciones de viento eran las ideales aterrizaría en la playa de Cavancha donde nos quedamos de encontrar a las doce del día.


Desde ese lugar se podía observar la zona por la que íbamos a sobrevolar en el parapente, desierto por aquí, desierto por allá, y un poco más allá un poco más de desierto, y al final de donde la mirada alcanzaba, se divisaba majestuosa Iquique, con sus edificios y casas. Veía a lo lejos y de tan lejos que estaba la gente ni buscándome me hubiera visto, no eran ni del tamaño de hormiguitas, así que me imaginaba como me verían ellos al verme volar a mí, ya los escuchaba diciendo “Es un pájaro, es un avión, no, es SuperPaúl”.

Mi vuelo duró aproximadamente 25 minutos, los primeros cinco fueron los mejores, sentirse capaz de volar, de dejar la tierra por un momento, es decir, dejarse de estar sobre una superficie firme y segura y dejarse llevar por las corrientes, algo total y completamente impredecible. Mirar como la montaña se alejaba cada vez más y más, y a cualquier lado que uno mirara arena y agua.
Luego por culpa de un pequeño error que cometí y que me habían advertido me mareé, me habían dicho que al usar la cámara digital no enfocará mi atención en la pantalla, que tomara las fotos sin mirar a que le estaba tomando, por que me podía marear, la explicación fue que cuando estábamos volando nuestro subconsciente seguía volando aunque concentráramos nuestro conciente, y esa descoordinación entre ambas nos mareaba, será cierto o no, sé simplemente que me mareé.

El aterrizaje fue de lo más sencillo, simplemente colocar las piernas y casi caminar al llegar a tierra, y tener cuidado que una ráfaga de viento no nos fuera a elevar nuevamente. Al llegar volvimos a la Choza Bambú y nos tomamos otro juguito de mango en leche, esta vez con los pilotos. Caminamos de regreso y lo único en lo que podía pensar a pesar de no haber almorzado era en dormir. Por cierto, gracias a Dios no había almorzado.

Mientras ella subía al Alto Hospicio, me puse a caminar por la playa y enla Choza bambú me encontré con el director del programa de oceanografía, Wolfgang Schneider, disfrutando las maravillas del clima y de una cerveza fría, conversamos un momento sobre el clima y sobre como había sido estudiar en Santa Marta. Diana y Milton llegaron un poco más tarde, ya que con Milton habiamos decidido el día anterior nadar un poco en esa playa, mientras llegaban Katty iba aterrizando, y como traían mi cámara tomaron algunas fotos. Los otros que iban llegando eran unos niños en bicicleta, completamente maravillados al ver el parapente aterrizar corriendo al puunto de llegada y recibieron a Katty como una heroína, y desesperaban por tomarse una foto con ella y Miguel, ella, no paraba de sonreir.
Milton y yo, nos bañamos en las frías aguas chilenas, la temperatura del agua, creo que podría considerarse como el límite inferior de mi rango de tolerancia térmica, a pesar de eso, nadamos como media hora. Después de que Katty recuperó fuerzas comiendo y tomando algo y que Diana tomara un jugo y miles de fotos inventando muchas nuevas poses, fuimos de caminata por toda la playa, pasando por corrales de animales, acuarios de peces y yacarés, y terminamos en el casino de la ciudad; ahí nuestra suerte fue distinta Katty sin invertir un peso obtuvo ganancias, Diana perdió incluso más de lo que invirtió, yo gané como 1000 pesos, y en cambio Milton triplicó lo que invirtió.



Mi Cafetal

De la comida chilena me gusta que hay gran variedad de mariscos y pescados, pero la verdad la sazón no es muy variada. Por eso apenas nos enteramos los colombianos y yo, de “Mi Cafetal” un restaurante por las tardes y noches, y bar mucho más entrada la noche, nos parqueamos en el lugar repetídamente.



De ahí la mayoría nos fuimos a dormir como a las 3 ó 4 de la mañana, pero no faltaron los que continuaron el carrete prácticamente hasta que el sol salió.
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