jueves, noviembre 23, 2006

El viaje al norte Parte 4/6 (Norte de Chile, 2006)

"Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos." Martin Luther King

Soñar que estás volando es el símbolo de la libertad, este sueño ofrece buenos presagios. Simboliza nuestra inspiración y el deseo de trascender de lo común

La Odisea del Parapente

Miguel Hernández, por supuesto que desde luego que conoce a la Señora María (que no te acuerdas quien es la Señora María, pues la dueña del Hotel Plaza en Iquique). La recomendación que él me hizo fue llevar jeans o un buen pantalón, zapatos tennis, una chompa o “polerón”, la cámara digital era una posibilidad ya que al no ser nosotros los pilotos tendríamos arriba total libertad de movimiento.

¿Qué quién es Miguel Hernández?. Ah, claro todavía no lo he presentado, él es un enamorado de volar en parapente, lo conocí por que en el hotel había publicidad de “Fly Iquique”, para hispano parlantes “Vuela Iquique” y me antojé de hacerlo. Así que llamé al número telefónico de dicha publicidad y él fue quien me atendió.

Me contaba que el horario en el que se puede volar era más o menos entre las 11h00 y las 18h00, pero que él prefería en la mañana más o menos desde las 11h30 hasta 15h30, por el tipo de viento y la intensidad; ya que a otras horas podría implicar alguna posibilidad de riesgo para él o peor aún (desde mi punto de vista) su copiloto.

Mencioné a algunos de los del clan mi idea y Milton, ni corto ni perezoso, se decidió de una a acompañarme. Diana, MoniK y Katty se entusiasmaron con la idea, pero finalmente una sola se animó para la aventura, claro que esperó a ver nuestro resultado para decidirse. En todo caso, las tres estuvieron atentas de como nos iba desde "Mi Cafetal", lugar del que ya hablaré más adelante.


Por lo tanto, al día siguiente fuimos a las presentaciones en el congreso de la mañana y antes de pensar siquiera en almorzar fuimos a la playa donde caminamos un rato y fuimos a tocar el agua para ver que tan fría estaba el agua, ya que estábamos planeando ir a nadar al día siguiente, finalmente llegamos a la playa de “Cavancha”, más específicamente a la “Choza Bambú”, un restaurante que queda en la playa y que tal parece es el centro de reuniones de todos los amantes del Parapente en Iquique, pero además el lugar con unos jugos de mango en Leche deliciosos; Milton aprovechó para probar unas empanaditas una de camarón y otra de ostiones. Debimos esperar bastante tiempo, ya que antes de nosotros voló con unos gringos, y nos contó que las condiciones de viento nada que aparecían por lo que debía esperar un poco para despegar, además debió aterrizar en otra zona, ya que en principio si las condiciones de viento eran las ideales aterrizaría en la playa de Cavancha donde nos quedamos de encontrar a las doce del día.

Finalmente llegó casi a la 1 y media, además debimos esperar más tiempo, mientras llegaba el otro piloto con otro gringo. En ese momento, llamamos a unos radiotaxis para que nos llevaran al sitio desde el cual despegariamos, claro que parece que era el primer día de trabajo del operador telefónico, por que no sabía como entender la dirección a la que necesitábamos que llegará para recogernos, lo cual era difícil de entender, ya que era una dirección del estilo “Frente a la Tribuna de los Shyris” en Quito; o “junto a la estatua del Pibe Valderrama” en Santa Marta, o “en la puerta principal del Mall del Trébol” en Concepción.

Estuvimos conversando un poco durante el ascenso a la montaña del Dragón, Miguel parecía muy interesado en saber nuestra opinión sobre el debate entre Dios y Ciencia, y saber si éramos unos completos ateos científicos, y si teníamos alguna lógica arrolladora para enfrentar sus creencias, tema que deharé para otro día. Cuando llegamos al sitio del barranco de los parapentistas supe que estábamos llegando a un sitio llamado el Alto Hospicio, y mientras, recordaba lo que Francesca, una compañera de la asignatura de Oceanografía Pesquerías me había dicho “No vayas a la zona del Alto Hospicio, ya que por allá hubo una matanza recientemente”, llegaba a ese lugar. Claro, no sucedió nada, era un día muy soleado y los únicos en el lugar eran parapentistas, incluyendo uno que estaba recibiendo sus últimas clases de vuelo, y que hacía cortos vuelos, regresaba a la zona de despegue cada vez ya que el viento lo elevaba por encima de la zona donde nos encontrabamos, permanentemente estaba comunicado por medio de un micrófono inalámbrico.

Desde ese lugar se podía observar la zona por la que íbamos a sobrevolar en el parapente, desierto por aquí, desierto por allá, y un poco más allá un poco más de desierto, y al final de donde la mirada alcanzaba, se divisaba majestuosa Iquique, con sus edificios y casas. Veía a lo lejos y de tan lejos que estaba la gente ni buscándome me hubiera visto, no eran ni del tamaño de hormiguitas, así que me imaginaba como me verían ellos al verme volar a mí, ya los escuchaba diciendo “Es un pájaro, es un avión, no, es SuperPaúl”.

Mientras corría hacia el barranco recuerdo lo que me decía mi instructor, “si cuando estemos corriendo hacia el precipicio te caes, te tienes que levantar como sea, de una, casi sin pensarlo”, a diferencia de lo que vi que sucedió con Milton que rápidamente tomó altura, yo veía como se acercaba el barranco y nada que nos elevábamos. “Saltar o no saltar, esa es la cuestión”; después que Milton se elevó, yo demoré un poco en iniciar el vuelo, y la verdad, estaba tan cagado del susto, que la idea de renunciar y bajar en bus a la ciudad cruzó por mi cabeza y se quiso apoderar de mi voluntad, pero finalmente resistí y lo hice, salté

Mi vuelo duró aproximadamente 25 minutos, los primeros cinco fueron los mejores, sentirse capaz de volar, de dejar la tierra por un momento, es decir, dejarse de estar sobre una superficie firme y segura y dejarse llevar por las corrientes, algo total y completamente impredecible. Mirar como la montaña se alejaba cada vez más y más, y a cualquier lado que uno mirara arena y agua.

Luego por culpa de un pequeño error que cometí y que me habían advertido me mareé, me habían dicho que al usar la cámara digital no enfocará mi atención en la pantalla, que tomara las fotos sin mirar a que le estaba tomando, por que me podía marear, la explicación fue que cuando estábamos volando nuestro subconsciente seguía volando aunque concentráramos nuestro conciente, y esa descoordinación entre ambas nos mareaba, será cierto o no, sé simplemente que me mareé.

Los siguientes cinco minutos fueron malos por que de a poco me iba mareando, y hasta ganas de vomitar me dieron, ecordaba el juguito de mango en leche, simplemente empecé a mirar hacia todos lados y cerré después los ojos y el mareo pasó. Después otra vez fue disfrutar, mirar los edificios desde arriba y ver la gente, los carros que ya cada vez menos parecían hormigas, pensaba que podía aterrizar en el techo de alguno de esos edificios o lanzarme en alguna de las piscinas que me crucé.

El aterrizaje fue de lo más sencillo, simplemente colocar las piernas y casi caminar al llegar a tierra, y tener cuidado que una ráfaga de viento no nos fuera a elevar nuevamente. Al llegar volvimos a la Choza Bambú y nos tomamos otro juguito de mango en leche, esta vez con los pilotos. Caminamos de regreso y lo único en lo que podía pensar a pesar de no haber almorzado era en dormir. Por cierto, gracias a Dios no había almorzado.

Al día siguiente Katty se animó a seguir nuestro ejemplo. Nos encontrábamos almorzando en el cafetal un grupo grande de personajes incluidos MoniK, Pedro, Samuel, Milton, Diana, María José y Claudio, probando otros tantos sabores colombianos cuando don Miguel me llamó anunciando que estaba afuera esperando a Katty para llevarla al Alto Hospicio. Milton le prestó la cámara de fotos, pero lastimósamente la misma le alcanzó apenas para los primeros minutos de su vuelo. Miguel me preguntó que si la quería acompañar, no a volar sino hasta la playa, y yo acepté a pesar de la negativa inicial de Katty. Ya en Cavancha Miguel me entregó dos cosas, las llaves de su auto por si debía irlos a buscar en caso de que aterrizaran en otra playa y unos binoculares con los cuales podría disfrutar el paisaje y observarlos durante su vuelo.

Mientras ella subía al Alto Hospicio, me puse a caminar por la playa y enla Choza bambú me encontré con el director del programa de oceanografía, Wolfgang Schneider, disfrutando las maravillas del clima y de una cerveza fría, conversamos un momento sobre el clima y sobre como había sido estudiar en Santa Marta. Diana y Milton llegaron un poco más tarde, ya que con Milton habiamos decidido el día anterior nadar un poco en esa playa, mientras llegaban Katty iba aterrizando, y como traían mi cámara tomaron algunas fotos. Los otros que iban llegando eran unos niños en bicicleta, completamente maravillados al ver el parapente aterrizar corriendo al puunto de llegada y recibieron a Katty como una heroína, y desesperaban por tomarse una foto con ella y Miguel, ella, no paraba de sonreir.

Milton y yo, nos bañamos en las frías aguas chilenas, la temperatura del agua, creo que podría considerarse como el límite inferior de mi rango de tolerancia térmica, a pesar de eso, nadamos como media hora. Después de que Katty recuperó fuerzas comiendo y tomando algo y que Diana tomara un jugo y miles de fotos inventando muchas nuevas poses, fuimos de caminata por toda la playa, pasando por corrales de animales, acuarios de peces y yacarés, y terminamos en el casino de la ciudad; ahí nuestra suerte fue distinta Katty sin invertir un peso obtuvo ganancias, Diana perdió incluso más de lo que invirtió, yo gané como 1000 pesos, y en cambio Milton triplicó lo que invirtió.












Mi Cafetal

De la comida chilena me gusta que hay gran variedad de mariscos y pescados, pero la verdad la sazón no es muy variada. Por eso apenas nos enteramos los colombianos y yo, de “Mi Cafetal” un restaurante por las tardes y noches, y bar mucho más entrada la noche, nos parqueamos en el lugar repetídamente.

Probé dos platos que por estos lados, me refiero a Chile, nunca he probado; el arroz con pollo y la bandeja paisa, acompañado con agua ‘e panela. También probamos en ese lugar patacones y claro empanaditas bien aceitosas.

La noche que más tarde regresé a la casa, fue por que fuimos a “Mi Cafetal” ya cuando funcionaba en otro de sus ambientes como bar, bailé música colombiana como hace rato no lo hacía, creo que nunca disfruté tanto de los vallenato y de Ricarena (claro qyue estos son dominicanos) como esa noche. Allá estuvimos con Viviana Almanza, una colombiana a la cual conocía desde Santa Marta, está casada con Miguel Moreno otro colombiano muy amigo mio, ambos son biólogos marinos de la Tadeo, están viviendo en Puerto Montt, y de ellos lo que más recuerdo es su matrimonio, se casarón en la playa, y el intercambio de aros y los respectivos votos y “acepto”s los hicieron sobre un planchón que iba a la deriva en el mar, claro que como el planchón no era tan grande sobre él solamente iban el sacerdote, los novios y los padrinos; el resto de la gente los acompañaba con la vista desde la orilla. Fue el día en que estuvimos más persona reunidas en ese lugar, como prueba basta con ver las fotos.

Como siempre que salgo de “rumba”, “carrete” o “farra”, bailé como un trompo, y claro canté el 95 por ciento de las canciones; y no es que me sepa todas las letras si me las preguntan a cualquier hora, pero al sonar la música de alguna manera la letra de la canción brinca desde lo más recóndito de mi memoria hacía la punta de mi lengua y de ahí, da ordenes a mis cuerdas bucales.

De ahí la mayoría nos fuimos a dormir como a las 3 ó 4 de la mañana, pero no faltaron los que continuaron el carrete prácticamente hasta que el sol salió.

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