sábado, junio 16, 2007

Lo bueno, si breve, dos veces bueno

Tempus Fugit (por Elio Mon)

Encima de un enorme iceberg a la deriva por el Atlántico Norte, un señor de Cuenca, funcionario de correos, y un pingüino discutían por el precio de un sello. El debate era agrio, visceral, a cara de perro, y quizás hubiera durado días, meses, años.

Pero el iceberg no.


Despertar (por Norberto Costa)

Despertó cansado, como todos los días. Se sentía como si un tren le hubiese pasado por encima.

Abrió un ojo y no vio nada. Abrió el otro y vio las vías.


Las sirenas (por José de la Colina)

Otra versión de la Odisea cuenta que la tripulación se perdió porque Ulises había ordenado a sus compañeros que se taparan los oídos para no oír el pérfido si bien dulce canto de las sirenas, pero olvidó indicarles que cerraran los ojos, y como además las sirenas, de formas generosas, sabían danzar...


El globo (por Miguel Saiz Álvarez)

Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se le escapaba el niño.


Manzana (por Ana María Shua)

La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de gravedad.


La mujer (por Ana María Shua)

Un hombre sueña que ama a una mujer. La mujer huye. El hombre envía en su persecución los perros de su deseo. La mujer cruza un puente sobre un río, atraviesa un muro, se eleva sobre una montaña. Los perros atraviesan el río a nado, saltan el muro y al pie de la montaña se detienen jadeando. El hombre sabe, en su sueño, que jamás en su sueño podrá alcanzarla. Cuando despierta, la mujer está a su lado y el hombre descubre, decepcionado, que ya es suya.


Cláusula III (por Juan José Arreola)

Soy un Adán que sueña con el paraíso, pero siempre me despierto con las costillas intactas.


Que bruto (por Ernesto Langer Moreno)

Me cargan los negros, se dijo.

Mientras trataba por todos los medios de blanquearse la piel con un poderoso detergente.

Pero este rojo tampoco me gusta, agregó, mirándose a carne viva en el espejo.

Lo que yo quiero es ser blanco. Como Michael Jackson.

Tomados de: Cuentos, Cuentos breves, entretenidos y felices