viernes, noviembre 10, 2006

El viaje al norte Parte 2/6 (Norte de Chile, 2006)

El Hotel de la Plaza

MoniK se quedaría en casa de un amigo, no sólo de ella, prácticamente de todos los asistentes al congreso que provenían de Concepción, Pedro. Estuvo en el terminal para recibir a MoniK; Samuel y yo aprovechamos para que nos llevará a nuestro destino el Hotel de la Plaza, localizado en Baquedano 1025, dirección ubicada a cuatro cuadras del Hotel Arturo Pratt, lugar donde se realizaría el XXVI Congreso de Ciencias del Mar chileno.

El Hotel era una edificación antigua vista desde el exterior, en el interior ya la arquitectura era más moderna. En la parte antigua funciona la recepción, la cocina, el comedor, la zona de lavandería y la residencia de los dueños del Hotel. Apenas llegamos nos recibió la Señora Yolanda, quien rápidamente llamó a la Dueña la Señora María, quien nos recibió muy calurosamente, ya que parecía que nos conocíamos hace siglos, habíamos conversado varias veces por teléfono, creo no exagerar ni un poco cuando digo que debieron ser unas diez llamadas, lo cual claro creó en mi cierta obligación de por lo menos yo, quedarme en ese lugar, en todo caso no me arrepiento de dicha decisión, y creo no equivocarme al pensar que todos los que llegaron ahí piensan lo mismo.

Samuel y yo iniciamos nuestra estadía con un tour por todo el Hotel, el primer e imprescindible paso fue la presentación de el negrito Tom, una escultura que ha acompañado a la Señora María desde que inició el Hotel, ella dice que le trae mucha suerte, y que cuando se vaya del Hotel está pensando en llevárselo o por lo menos comprarse una copia del mismo. Nos mencionó que el nombre era en honor a Tom Sawyer, aunque la verdad, yo no recuerdo que Tom fuera negro, especialmente por la zona donde vivía, el que si era negro era el esclavo Jim que huyó con Huck Finn intentando lograr su emancipación. La historia de Tom incluye una restauración ya que antiguamente estaba en la parte exterior del Hotel y parece que los niños del barrio gustaban jugarle bromas pesadas al muñeco, hasta el punto que un día le soltaron un brazo; desde entonces ha estado sentado en la sala de la recepción, lugar donde asusta a todas las personas que ingresaban medio despistadas ya que de pronto veían que parecía que alguien los estaba viendo por encima del hombro; si no me equivoco al menos presencie cuando tres de quienes nos quedamos ahí se asustaron.

Subimos a lo que iba a ser, o será en breve, el tercer piso de la parte moderna, que estaba a nivel con lo que sería el segundo piso en la parte moderna. Aprovechamos para desde ahí ver el fin del desfile conmemorativo del Combate Naval de Iquique que se produjo el 21 de mayo de 1879, en donde inicialmente combatieron los buques peruanos, monitor "Huáscar" y fragata blindada "Independencia", contra los buques chilenos, corbeta "Esmeralda" y goleta "Covadonga", que se encontraban manteniendo el bloqueo del puerto de Iquique. Pero bueno dejemos la historia, y sigamos con el hotel, este desfile lo miramos entre los escombros del futuro segundo piso, donde tenía pensado la señora María instalar sus aposentos, para en el piso inferior ampliar las zonas comunes, más específicamente un comedor más amplio. Pero hoy en día ese piso, que no tenía techo, pero que era el techo del primer piso, por estar en plena construcción tenía unos tres huecos bastantes amplios. Estaban tan seguros de que en Iquique nunca llueve que llevaban casi un año con esos huecos y no se inundaban. Y parece que en general allá en Iquique pocos se preocupan por eso, y eso es un problema por que cuando llueve parece que no faltan las casas que se inundan, no como en Santa Marta donde la lluvia era tan intensa y caudalosa que el agua entraba por las puertas y si era mucha lluvia por las ventanas (Ver primer artículo del Blog), en estos casos la lluvia entraba por el techo; sea por estos huecos o por que no sabían que las tejas estaban puestas al revés. En todo caso, decidió no seguir gastando plata, que lo hagan los nuevos dueños, sí, así como lo oyen los nuevos dueños, ya vendieron el Hotel por 186 millones de pesos chilenos, así que es incierto que será en un futuro de la Señora María, del negrito Tom y del Hotel de la Plaza.

En la parte moderna del Hotel estaban las distintas habitaciones, dispuestas en dos pisos, aunque estaban las estructuras listas para concluir el tercer piso. Todas ellas con baño privado, agua caliente, televisión con cable. Nos cambiaron todos los días las toallas, y cada dos días nos cambiaron los tendidos. La queja mayor sería que hay un calefón por piso y de muy pocos litros, lo cual ocasionaba que solamente aquellos que madrugaban eran ayudados por Dios, para tener un agua caliente a la temperatura ideal y con la presión ideal.

El Clan Plaza


En el Hotel finalmente nos alojamos nueve personas, al menos, los que íbamos en un grupo a modo de un Clan, si nos ajustamos a la definición de clan, “Grupo predominantemente familiar unido por fuertes vínculos y con tendencia exclusivista.”, creo que más que ser un clan al llegar al Hotel, nos transformamos en uno durante nuestra estadía, claro que como en todo clan, siempre habrá uno que otro descarriado. Inmediatamente la señora María supuso que yo era el jefe del Clan, así que sería el responsable ante ella por lo que cualquiera hiciera, sería el sacrificado o decapitado si las cosas salían mal, y sería el ovacionado si las cosas salían sin ningún contratiempo. En ese aspecto creo que no se presentaron insubordinaciones ante mi mando.

Los miembros del clan lo constituíamos, los siguientes, pero que quede claro que el orden establecido para la presentación no tiene que ver con el rango de cada uno en el clan, sino con el orden de llegada al mismo (léase, arribo al hotel).

Yo, “el jefe del clan”, el contador de la Señora María, iba con la calculadora de arriba abajo, hice las cuentas, calculé los descuentos, regateé los precios, conseguí un descuento del 40% aunque todos creen que fue del 18%, upsss, creo que la embarré, no he dicho nada, omitan esta parte en la lectura; pero además el culpable de todo, lo bueno y lo malo que les haya sucedido, a quien pueden responsabilizar o culpar, por lo acaecido en la estancia. También es a quién recurrirían si querían reclamar algo, que si el baño huele mal, que no han arreglado mi pieza, que no tengo control remoto, que a que hora sirven el desayuno, que cuanto es que me sale a mi cada día, que si….

Samuel Soto, si esto fuera fútbol o algún deporte, él sería el local, sabe donde ir a comer, comprar, donde tomar el transporte, sabe hacer, que si tenemos que llegar a donde Pedro a las 8 y media máximo, caminemos por toda la costanera, deteniéndonos en cada esquina para tomarnos fotos, llegar a las nueve y media y que todos dijeran “no dijimos que los iba a traer a pie”. Visitó amigos, amigas, fue a la Universidad Arturo Prat donde parece que lo conocían como “El Negro Samuel”, por lo que probablemente la próxima vez que me dé por ser cuentero le cambie el título a mi historia por “Perdóname Negro Samuel”.

Diana Párraga, colombiana, la “niña Zofri”, cada vez que la llamaba estaba en la Zofri (Zona Franca), en el Mercado o en el Mall, acompañando a alguien. Era solo cuestión que otro miembro del clan, o cualquier conocido sacará una cámara de fotos para que al mejor estilo “Guasonesco” una expresión de sonrisa se dibujará en su rostro, y su cuerpo completo iniciara unas convulsiones que la iban llevando de pose en pose; y si la cámara llegaba a sus manos, tomaba close-up de todos los presentes, pero eso sí como la cámara estaba presente ella seguía con su expresión de foto. Iba de lugar en lugar todo el día, no se podía quedar quieta.

Milton Pedraza, colombiano, el “tío chévere”, siempre dispuesto por si necesitabas compañía para ir a comer a las dos de la mañana o a tomar una cerveza a las tres de la mañana, o requerías compañía para irte a lanzar en parapente, con quien ver una película de Disney, quien te preste una cámara aunque no sea de él y no tenga baterías cargadas, que si suena una salsa o alguna canción clásica de Cali, como “Oiga, mire, vea, usté está en Calí…) origina que las amigas se peleen por bailar con él. Pues si ese es Milton Jair, el que reparte trago a todo el mundo hasta dejarlos ebrios y mientras él no se toma más que una o dos copitas.

Claudio Castillo, el integrante rebelde, nunca estaba en el Hotel, pero uno sabía siempre donde estaba en el Happy Hour del otro Hotel. Creo que con excepción de la primera noche fue siempre el último en llegar. Además fue el único capaz de timbrar a las 3 de la mañana, por que no habíamos hablado el asunto de quien se quedaba con las llaves de la calle. Cada habitación tenía una llave de la calle, para no despertar a nadie por las noches, claro que con el nadie nos referimos a los dueños del Hotel. Creo que de todo el clan fue con el que menos compartí, pero definitivamente con el que más nos reímos por el evento del pernil que le ofrecieron (pronto lo revelaré).

Carlos Leal, cambio un montón de compañeros de cuarto. Me pude divertir a costa de él, molestándolo con el hecho que el primer día compartió habitación con Diana, y es que como el primer día estábamos Diana y puros hombres, al ser él el seleccionado por ella para compartir cuarto, no pude resistir y se lo recordé todo el viaje. Pero, por si hay mentes sucias, fue todo un caballero. Logró negociar un artículo tomando la misma cerveza con alguien que ni lo conocía pero que al final hasta publicación conjunta le ofreció, que tal, lo que hace una cerveza.

María José Zúñiga, todos se peleaban por compartir habitación con ella, para serles sincero, al principio se suponía que en la habitación triple íbamos Diana, María José y yo, claro que yo en la habitación simple y ellas en la doble, pero las cosas no se me dieron, jaja, no mentiras. Es la que parecía la más tranquila de las tres niñas, pero que me late que era la más fiestera de todas, y la que misteriosamente menos horas de sueño necesitaba, para empezar de nuevo la jornada. Por cierto, le gusta dar brinquitos cuando camina a altas horas de la noche, jojojo, sobre todo si cree que la persiguen.

Christian Chandia, mi único conocimiento previo de él, fue una vez que me vio en mi oficina, cuando pasó buscando a Cristina Krautz mi compañera de la oficina vecina a la mía. Nos costó sacarlo un día del cuarto, por que parecía cansado, por eso le creí cuando me miró a los ojos y me dijo “yo no soy fiestero, casi ni salgo”, y me dijo que le creyera frente a Diana y María José, yo le dije “eres hombre te creo”, como que hice mal, no duró mucho tiempo antes de él mismo decirme que era un fiestero, esa misma noche se fue y regresó como a las cinco de la mañana (su foto me tocó obtenerla de las de su propia cámara, en mis fotos en todas aparecía en grupo).

Katty Riquelme, de todas las mujeres que se antojaron del parapente la única que finalmente hizo algo al respecto, y déjenme decirles algo, los niños de la playa la adoraron, ya sabrán por que en su momento. Entre almuerzos con amigos de la zona (ella vivió en Arica), se perdió muchas de las actividades “familiares” o “clanescas”. Fue la última en llegar y la primera en irse, esa urgencia solamente puede significar algo, urgencia por estar en algún otro lado!. Fue favorecida en el negocio con el hotel ya que le costó lo mismo una pieza matrimonial que la pieza sencilla, las ventajas de que el clan fuera numeroso y que yo fuera el negociador. El mejor día del paseo lo pasamos con ella, estábamos con Diana y Milton, hubo parapente, playa, malecón, casino donde sin invertir un solo peso, ella salió con ganancias.

No se pierdan la tercera parte!! Y Claudio, lo siento, tu pernil hasta la tercera parte!

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