jueves, diciembre 10, 2009

Vasija de Barro

En pos de los últimos vestigios de oxígeno

Los doce esclavos, enterrados vivos junto al cadáver de la cacica, se precipitaron a las vasijas, para aspirar todo el oxígeno allí aprisionado.

Cuando el arqueólogo León G. Doyón y su equipo llegaron al fondo del pozo que constituía la tumba de la cacica de la Floresta, en los barrios San Vicente, San Lorenzo y Osorio, en Quito, se encontraron con que los esclavos sepultados vivos, para acompañar a la cacica, habían buscado en las vasijas de barro el último aire que les salvara de la asfixia.
Allí estaban, sus huesos junto a la boca de las vasijas, en un gesto dramático que bien puede alimentar todo un relato de reconstrucción de esos instantes últimos, previos a la muerte.
Esta aparece, entonces, como otra versión de la relación de la muerte con el barro trabajado por manos humanas.
El entierro encontrado en La Florida en los años ochenta, corresponde a un cacicazgo quiteño de fines y comienzos de la era cristiana.
El pozo que hacía de tumba, tenía la forma de una botella de vino con un cuello de algo más de un metro de diámetro y entre siete y 12 metros de profundidad.

La cacica de La Florida había sido enterrada con su compañero más cercano y doce esclavos, que cuando sintieron las paladas de tierra sobre sus cuerpos, debieron buscar el auxilio de las vasijas.
Tres tipos de vasijas se encontraron en la tumba de La Florida, dedicadas a guardar alimentos y bebidas para un largo viaje, componiendo un escenario que era, a la vez, hogar y tumba. Todas ellas llevaban decoraciones exteriores.
La riqueza del entierro de La Florida se expuso en 1988 en el Centro Artes de Quito. (JP)

A las once de la noche comenzó la música

El popular trago anizado Mallorca, marca Flores, ya estaba listo en Galápagos y Venezuela, centro de Quito, la fría noche del jueves 7 de enero de 1950. La reunión fue convocada a las 19:00, y los anfitriones, Oswaldo Guayasamín y su esposa, Maruja, esperaban.
Y llegaron los escritores: Jorge Carrera Andrade, Jorge Enrique Adoum, Hugo Alemán, mientras el pintor Jaime Valencia comentaba la ausencia de Gonzalo Benítez Gómez y Luis Alberto ('Potolo') Valencia Córdova, quienes corformaban el dúo musical Benítez-Valencia.
A las 22:00, entre bromas y copas, empezó la música, aplaudida también por Lilian Robinson y Rolf Blomberg, periodista y fotógrafo sueco, quien miraba fijamente la aún fresca obra de Oswaldo Guayasamín, pintada hace pocas horas y que permanecía en la sala. Su título era Origen y mostraba una vasija de barro y dentro de ella unos infantes. Y Jorge Carrera Andrade, según Gonzalo Benítez, se acercó más y no vaciló en preguntar: "¡Qué significa! ¿Por qué, Oswaldo, pintaste eso?".
La respuesta fue inmediata. Le dijeron que los Incas hacían un ritual para enterrar a sus muertos ya descarnados: los huesos eran colocados en una vasija, el lugar que creían perfecto para vivir eternamente.
Sorprendido y sin palabras, recuerda Adoum, Jorge Carrera ingresó a la biblioteca y tomó un libro al azar. Regresó a la sala con el blanco y sencillo tomo I de En busca del Tiempo Perdido (Por el Camino de Swann), escrito por Marcel Proust. Y en las páginas finales, con un impulso que aún nadie explica, escribió con su pluma: "Yo quiero que a mí me entierren/como a mis antepasados/en el vientre oscuro y fresco/de una vasija de barro/.
Y el libro se lo dio de inmediato a la persona que estaba a su derecha, Lilian Robinson, para que continuara con el poema. Ella, sin embargo, "como si le quemara en las manos", se lo entregó al escritor Hugo Alemán, quien hizo lo suyo: "Cuando la vida se pierda/tras una cortina de años /vivirán a flor de tiempos/amores y desengaños/".
Era el turno de un pintor, Jaime Valencia, quien, dice Gonzalo Benítez, no vaciló: "Arcilla cocida y dura/alma de verdes collados/barro y sangre de mis hombres/sol de mis antepasados/.
Los minutos transcurrían y faltaba llenar la página. Jorge Enrique Adoum lo hizo: "De ti nací y a ti vuelvo,/arcilla, vaso de barro/con mi muerte yazgo en ti,/en tu polvo enamorado/.
Silencio. Nadie sabía qué decir, hasta que Adoum realizó las últimas correcciones literarias. A la construcción poética solo le faltaba un nombre. Discutieron 'Hombre de Barro' o 'de Arcilla', pero la historia ya parecía escrita.
Vasija de Barro, Vasija de Barro, Vasija de Barro. La emoción se acrecentaba y había otro pretexto para servir más Mallorca y brindar.
"Jorge Carrera me dijo: ¡Esto con música tiene que ser una belleza! Y, entonces, me puso en compromiso", afirma Gonzalo Benítez, quinto de seis hermanos, oriundo de Otavalo, de 85 años de edad y autor y compositor de más de 30 canciones.
El dúo Benítez-Valencia debía hacer su trabajo. Una esquina de la vivienda fue suficiente. "A 'Potolo' no le gustó mucho el ritmo de danzante, que es pausado. El quería un aire más alegre, más vivo y no tan candencioso. Hasta que lo convencí que el danzante es lo más telúrico que tiene el país, lo más autóctono. Y cantamos, y cantamos. No sé que horas eran, pero todos se avivaron más al escuchar la creación de una noche inesperada. Creo ya era de madrugada y la diversión continuaba".
Jorge Carrera utilizó la segunda hoja del libro y dedicó el poema-canción a Oswaldo, "en esta noche, en este doble aniversario que dijo Neruda". Y debajo, en orden, firmaron los autores. Al final, Benítez también dibujó un pentagrama, con los cuatro primeros compases.
Probablemente el sol del 8 de noviembre de 1950 salió mientras todavía se tarareaba Vasija de Barro; sin embargo, tuvieron que transcurrir seis años para que se grabara la canción, aunque en las reuniones se la cantaba, al igual que en las radios donde el dúo Benítez-Valencia realizaba audiciones.
Una tarde de 1976, luego de la muerte (1970) de 'Potolo', Gonzalo Benítez acudió hasta la avenida Colón, pues Gustavo Muller lo había contratado para hacer un disco. "Ya lo habíamos grabado, pero nos faltaba solo una canción, la décima. Las nueve eran pasillos, de los más populares y que gustaban al público. Pasó un mes y nada, hasta que le propuse Vasija de Barro, pero la rechazó porque supuestamente no podía tener éxito. Y yo, molestísimo me propuse convencerlo, como sea".
Y Gonzalo Benítez lo hizo. "La curiosidad me mataba y acudí, por tarde, a la fábrica el mismo día que terminaron de prensar. Había una bulla y un trabajador me dijo: 'Ya salió. A las 08:00 mandamos al almacén a vender los 500 y al mediodía no había ni uno'. Apurados y atónitos, hicieron 500 más. Y pensar que no lo querían grabar. Aún disfruto tocándola. ¡Es que sí tengo fuerzas! Y no sé cómo me enterrarán. ¿Como los antepasados? Bueno, es cuestión de ustedes; pero siempre amaré la música y recordaré el sabor del Mallorca". (APM).

Tomado de Windows Live

lunes, marzo 30, 2009

En las paginas del viento - Ricardo Willams



Creo que es posible cambiar, que podemos empezar a ser menos hombres para ser más humanos, y comprender que somos seres alados.

Creo que hay que salvar nuestra ternura, sin miedos, sin prejuicios, para que ella sea el cable que nos permita pasar al otro lado del abismo, creo que las mujeres finalmente nos enseñarán a volar, creo que las mujeres llevan la luz que nos guiará fuera de esta oscuridad.

Creo que si aprendemos a leer en las páginas del viento comprenderemos que lo único verdadero es amar y ser amados, creo que nuestros cuerpos son el templo y el amor nuestra religión. Creo que existe un plan trazado, que somos seres espirituales con experiencia física, y no lo contrario.

Creo en ángeles bailando y en astronautas flotando en el éter violeta de tu bondad. Creo que equivocarnos y caer, es parte de vivir y sólo una estación de parada en el tránsito hacia la conciencia.

Creo que no somos sólo uno más, por que tú y yo, él o cualquiera puede romper con esta inercia y cambiar la historia. Creo en Dios, en la vida, en el amor, en el corazón, o lo que es igual creo en la ternura y la sexualidad.

Creo que Caperucita y el Lobo ya crecieron, y se merecen por respeto al amor que se les hable de amor.

Creo en nuestra sexualidad como camino hacia la luz, hacia el verdadero amor, el simple, el transparente, la fuente primera. Pero no podemos amar, aquello que no conocemos, y sólo lo conoceremos cuando empecemos a aceptarlo.

Creo en la irreverencia, en el coraje y la utopía de ser humanos, para aceptarnos en nuestra totalidad, por que somos alma y piel, materia y espíritu, y solamente apartando ese velo oscuro, que ha distorsionado esa parte tan hermosa de nuestro ser, podremos comprender que somos ángeles, también.

jueves, marzo 26, 2009

Un discurso de 1992, totalmente de moda.



Severn Cullis-Suzuki (30.11.1979, Vancouver, Canadá): bióloga, ecóloga y activista ambiental. Sus padres fueron David Suzuki, un conocido científico genetista y también activista por el medio ambiente, y la escritora Tara Elizabeth Cullis. Severn ha hablado en todo el mundo sobre problemas de medio ambiente, instando a definir valores y a actuar respetando el futuro, y afianzando la responsabilidad individual.


Biografía

Severn Cullis-Suzuki nació y se crió en Vancouver, Canadá. A los nueve años (mientras asistía a la escuela primaria) fundó la Organización Infantil del Medio Ambiente (Environmental Children's Organization - ECO), un grupo de niños dedicados a enseñar a otros jóvenes diversos temas sobre medio ambiente. En 1992, a la edad de 12 años, Suzuki-Cullis recaudó dinero con los miembros de la ECO para asistir a la Cumbre de Medio Ambiente y Desarrollo "The Earth Summit", celebrada por la ONU en Río de Janeiro. Junto con los miembros del grupo (Michelle Quigg, Vanessa Suttie y Morgan Geisler), Cullis-Suzuki presentó en dicha conferencia, ante los representantes de la ONU, un discurso conteniendo cuestiones ambientales desde la perspectiva de los jóvenes, donde luego de su lectura por ella misma fue aplaudida. En 1993 fue reconocida en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente “Global 500 Roll of Honour”. En 1993, Doubleday publicó su libro Decirle al mundo, 32 páginas de medidas ambientales para las familias. En 2002 se graduó de la Universidad de Yale con una Licenciatura en Ecología y Biología Evolutiva. En 2004 se inscribió en un curso de postgrado en la Universidad de Victoria para estudiar Etnobotánica con Nancy Turner.

El Discurso

Hola, soy Severn Suzuki y represento a ECO (Environmental Children's Organization). Somos un grupo de niños de 12 y 13 años de Canadá intentando lograr un cambio: Vanessa Suttie, Morgan Geisler, Michelle Quigg y yo. Recaudamos nosotros mismos el dinero para venir aquí, a cinco mil millas para decirles a ustedes, adultos, que deben cambiar su forma de actuar. Al venir aquí hoy, no tengo una agenda secreta. Lucho por mi futuro.

Perder mi futuro no es como perder unas elecciones o unos puntos en el mercado de valores. Estoy aquí para hablar en nombre de todas las generaciones por venir. Estoy aquí para hablar en defensa de los niños hambrientos del mundo cuyos lloros siguen sin oírse. Estoy aquí para hablar por los incontables animales que mueren en este planeta porque no les queda ningún lugar adonde ir. No podemos soportar no ser oídos.

Tengo miedo de tomar el sol debido a los agujeros en la capa de ozono. Tengo miedo de respirar el aire porque no sé qué sustancias químicas hay en él. Solía ir a pescar en Vancouver, mi hogar, con mi padre, hasta que hace unos años encontramos un pez con cáncer. Y ahora oímos que los animales y las plantas se extinguen cada día, desvaneciéndose para siempre.

Durante mi vida, he soñado con ver las grandes manadas de animales salvajes y las junglas y bosques repletas de pájaros y mariposas, pero ahora me pregunto si existirán siquiera para que mis hijos los vean.

¿Tuvieron que preguntarse ustedes estas cosas cuando tenían mi edad?

Todo esto ocurre ante nuestros ojos y seguimos actuando como si tuviéramos todo el tiempo que quisiéramos y todas las soluciones. Soy sólo una niña y no tengo soluciones, pero quiero que se den cuenta: ustedes tampoco las tienen.

No saben cómo arreglar los agujeros en nuestra capa de ozono. No saben cómo devolver los salmones a aguas no contaminadas. No saben cómo resucitar un animal extinto. Y no pueden recuperar los bosques que antes crecían donde ahora hay desiertos.

Si no saben cómo arreglarlo, por favor, dejen de romperlo.

Aquí, deben ser delegados de gobiernos, gente de negocios, organizadores, reporteros o políticos, pero en realidad ustedes son madres y padres, hermanos y hermanas, tías y tíos, y todos son hijos.

Aún soy sólo una niña, y sé que todos somos parte de una familia formada por cinco billones de miembros, treinta millones de especies, y todos compartimos el mismo aire, agua y tierra. Las fronteras y los gobiernos nunca cambiarán eso.

Aún soy sólo una niña, y sé que todos estamos juntos en esto y debemos actuar como un único mundo tras un único objetivo.

En mi rabia no estoy ciega, y en mi miedo no estoy asustada de decir al mundo como me siento.

En mi país derrochamos tanto… Compramos y desechamos, compramos y desechamos, y aún así los países del Norte no comparten con los necesitados. Incluso teniendo más que suficiente, tenemos miedo de perder nuestras riquezas si las compartimos.

En Canadá vivimos una vida privilegiada, plena de comida, agua y protección. Tenemos relojes, bicicletas, ordenadores y televisión.

Hace dos días, aquí en Brasil, nos sorprendimos cuando pasamos algún tiempo con unos niños que viven en la calle. Y uno de ellos nos dijo: “Desearía ser rico, y si lo fuera, daría a todos los niños de la calle comida, ropas, medicinas, hogares y amor y afecto”.

Si un niño de la calle que no tiene nada está deseoso de compartir, ¿por qué somos nosotros, que lo tenemos todo, tan codiciosos?

No puedo dejar de pensar que esos niños tienen mi edad, que el lugar donde naces marca una diferencia tremenda. Yo podría ser uno de esos niños que viven en las favellas de Río; podría ser un niño muriéndose de hambre en Somalía; un niño víctima de la guerra en Oriente Medio o mendigo en India.

Aún soy sólo una niña y sé que si todo el dinero gastado en guerras se utilizara para acabar con la pobreza y buscar soluciones medioambientales, la Tierra sería un lugar maravilloso.

En la escuela, incluso en el jardín de infantes, nos enseñan a comportarnos en el mundo. Ustedes nos enseñan a no pelear con otros, a arreglar las cosas, a respetarnos, a enmendar nuestras acciones, a no herir a otras criaturas, a compartir y no ser codiciosos.

¿Entonces por qué salen fuera y se dedican a hacer las cosas que nos dicen que no hagamos?

No olviden por qué asisten a estas conferencias, lo hacen porque nosotros somos sus hijos. Están decidiendo el tipo de mundo en el que creceremos. Los padres deberían poder confortar a sus hijos diciendo: “todo va a salir bien”, “esto no es el fin del mundo” y “lo estamos haciendo lo mejor que podemos”.

Pero no creo que puedan decirnos eso más. ¿Estamos siquiera en su lista de prioridades? Mi padre siempre dice: “Eres lo que haces, no lo que dices”.

Bueno, lo que ustedes hacen me hace llorar por las noches. Ustedes, adultos, dicen que nos quieren. Los desafío: por favor, hagan que sus acciones reflejen sus palabras. Gracias.


Tomado de Wikipedia, la enciclopedia libre

martes, febrero 24, 2009

Cada cinco años, hay 4 publicaciones

Cada cinco años, hay 4 publicaciones
Febrero 15, 2009El estudio realizado por el ecuatoriano Juan Carlos Idrovo, investigador de la Universidad de Vanderbilt, en EE.UU., revela que desde 1965 hasta 2009...

El estudio realizado por el ecuatoriano Juan Carlos Idrovo, investigador de la Universidad de Vanderbilt, en EE.UU., revela que desde 1965 hasta 2009, todas las instituciones ecuatorianas o personas naturales han producido 2 912 artículos, libros o memorias con contenido científico.

Idrovo señala que este número equivale a alrededor de 60 publicaciones promedio por año. Si hay 73 instituciones educativas en Ecuador, según datos del Conesup, se concluye que cada universidad o escuela politécnica produce un promedio de cuatro publicaciones cada cinco años. El informe señala que este número es insignificante si se lo compara con Estados Unidos.

En este país, un investigador genera tres publicaciones científicas por año. Al referirse a este panorama desalentador para investigación científica ecuatoriana, Ximena Díaz, PhD en ingeniería medioambiental, explica que esta escasez de publicaciones es un indicador del poco apoyo que tiene la investigación en el país. “ En Ecuador, este campo no tiene presencia. Ha sido completamente marginado. Por eso, hay muchos investigadores que buscan colaboración del exterior para realizar sus proyectos”.

Javier Carvajal, director del Laboratorio de Bioquímica de la Pontificia Universidad Católica, manifiesta que hay una poca tradición investigadora en Ecuador y todavía son pocos los científicos que consiguen financiar sus investigaciones.

Según el estudio, la Universidad San Francisco de Quito lidera el número de publicaciones científicas (ver cuadro en la portada). Luego está la Pontificia Universidad Católica y la Politécnica Nacional. En cuarto lugar está la Universidad Central en Quito. En Guayaquil, lidera el estudio la Politécnica del Litoral y el Hospital Luis Vernaza.

Para cuantificar la calidad de investigación científica realizada por instituciones ecuatorianas, se utilizó como herramienta de medida el sitio Web of Science (http://appsisiknowledge.com).

Esta página tiene anexada a su base de datos libros de tiraje internacional, más de 120 000 memorias técnicas de charlas científicas y un número que sobrepasa las 10 000 revistas científicas internacionales. Enrique Terán, uno de los investigadores citados en el estudio como uno de los que más publica, dice que es necesario mejorar el apoyo a los investigadores y dar el valor necesario a quienes se dedican a ella.

“Mucha gente dice que investigar es un hobby y no un trabajo. Nuestra labor es esencial”.

Ver noticia original aquí


Pocos científicos publican en revistas
2/15/2009

‘Si una investigación científica no se publica, no existe”. Las palabras del científico Luis Coloma revelan la trascendencia de dar a conocer un estudio.

Una de las formas de medir la calidad de un científico o de un grupo de investigadores son las publicaciones.

En Ecuador, estas son escasas y lo revela una investigación realizada por el científico Juan Carlos Idrovo. El estudio señala que la investigación en el país es realizada por pocas entidades y dentro de ellas por pocas personas.
Los científicos que aparecen en esta página están entre los que más aportes tienen en revistas o ‘papers’ internacionales.

Nuestros estudios están sujetos a unriguroso escrutinio

Luis Coloma
PhD en ecología y evolución
Para Luis Coloma, PhD en ecología y evolución y profesor de la Universidad Católica, publicar en una revista científica es un proceso duro, porque es necesario pasar algunas revisiones. Todo trabajo está sujeto al escrutinio de otros científicos. “En el país hay trabajos científicos que son muy buenos y que no son publicados”.

Explica que para que un estudio se publique, a veces, transcurre entre seis meses a un año. Precisa que una de las formas de medir el impacto de una publicación es determinar el número de referencias a un determinado estudio. La investigación del equipo de Coloma logró un buen impacto con el estudio sobre la relación entre el cambio climático global y la extinción de las ranas.

La publicación es el resultado de una tarea maratónica
Enrique Terán
PhD en Farmacología

El investigador señala que, desde el punto de vista científico, quien no publica no hace investigación real. Es enfático al decir que es la única forma de transmitir los resultados de un trabajo. Apunta que hay algunos factores que son limitantes. El primero es que la mayoría de revistas indexadas publican en inglés. “Publicar un artículo constituye una tarea maratónica”. Elaborar un artículo lleva entre 8 y 12 meses de trabajo y luego transcurren otros seis meses o un año más para que se publique. Dice que los ‘papers’ sirven para mostrar que en el país también se hace ciencia de primer nivel.“A los atletas los premian por participar. Nuestro trabajo es publicar, pero no hay reconocimiento”.

En el país no hay incentivos para elevar las publicaciones
Jenny Ruales
PhD en Química de Alimentos

La investigadora, catedrática de la Politécnica Nacional, advierte que en el país no se motiva a los investigadores para que publican en revistas científicas. “Parece que da lo mismo publicar o no, porque este aporte no es valorado”.

Una de las maneras, dice, en que se podría incentivar a los investigadores que publicamos sería, por ejemplo, asignar más fondos para un determinado proyecto. Ruales afirma que las revistas con mayor impacto internacional exigen que el documento sea presentado en inglés. “De nuestro propio bolsillo pagamos la revisión del lenguaje, porque es técnico, el valor de la publicación y las copias”. Ruales es una de las investigadoras que más publica en el país en este momento.

La publicación en una revista arbitrada legitima el estudio
Bruce Hoeneisen
PhD en Física

Para el físico, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, una investigación no está terminada si no se publica en un ‘paper’. “En la actualidad, hay tanta información basura en la Internet, que si un científico no publica en una revista reconocida, que sea arbitrada, es decir, revisada por otros científicos es como si no hubiera efectuado ningún aporte. Dice que antes una persona escribía el manuscrito del artículo y la imprenta levantaba el texto. A cambio, el investigador tenía el copyright del trabajo. “Ahora el investigador hace todo el trabajo, levanta el texto, lo envía y las revistas quieren quedarse con el copyright”. El físico indica que la publicación es una forma de divulgar la ciencia.

Tomado de El Comercio

viernes, febrero 20, 2009

Sin Ella - Gipsy Kings

Probablemente una de las mejores, o la mejor, canción de los Gipsy Kings.

Suena durante una de las más simples, pero mejores escenas de una película llamada "Fearless", de 1993. Protagonizada por Jeff Bridges, Isabella Rossellini y Rosie Pérez; dirigida por Peter Weir, cuyo trabajo más importante es "La Sociedad de los Poetas Muertos".




Te darei
El amor que nu as tenido
Por lo vivir suffriendo
Dejamo per nunca no olvidarlo
Dejamo para vivir asi
Dejamo para vivir asi

Como podria tu vivir
Como podria tu vivir
Sin ella
Si no la quiera deja la
Si no la quiera deja la
Vivir en pax

Te dare
El amor que nu as tenido
Por lo vivir suffriendo
Dejamo per nunca no olvidarlo
Dejamo para vivir asi
Dejamo para vivir asi
Como podria tu vivir
Como podria tu vivir
Sin ella
Si no la quiera deja la
Si no la quiera deja la
Vivir en pax.

jueves, febrero 19, 2009

Altazor - Vicente Huidrobo


Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.

Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.

Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.

Amo la noche, sombrero de todos los días.

La noche, la noche del día, del día al día siguiente.

Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.

Una tarde, cogí mi paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos golondrinas.» He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae.

Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcos-iris.

Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.

El primer día encontré un pájaro desconocido que me dijo: «Si yo fuese dromedario no tendría sed. ¿Qué hora es?» Bebió las gotas de rocío de mis cabellos, me lanzó tres miradas y media y se alejó diciendo: «Adiós» con su pañuelo soberbio.

Hacia las dos aquel día, encontré un precioso aeroplano, lleno de escamas y caracoles. Buscaba un rincón del cielo donde guarecerse de la lluvia.

Allá lejos, todos los barcos anclados, en la tinta de la aurora. De pronto, comenzaron a desprenderse, uno a uno, arrastrando como pabellón girones de aurora incontestable.

Junto con marcharse los últimos, la aurora desapareció tras algunas olas desmesuradamente infladas.

Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, hermoso como un ombligo.

«Hice un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas del océano.

»Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar irán siempre pegadas a él, como los sellos en las tarjetas postales.

»Después tejí un largo bramante de rayos luminosos para coser los días uno a uno; los días que tienen un oriente legítimo o reconstituido, pero indiscutible.

»Después tracé la geografía de la tierra y las líneas de la mano.

»Después bebí un poco de cognac (a causa de la hidrografía).

»Después creé la boca y los labios de la boca, para aprisionar las sonrisas equívocas y los dientes de la boca para vigilar las groserías que nos vienen a la boca.

»Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender a hablar... a ella, ella, la bella nadadora, desviada para siempre de su rol acuático y puramente acariciador.»

Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la fuerza de atracción de la muerte y del sepulcro abierto.



Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la amada. La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.

Mi paracaídas se enredó en una estrella apagada que seguía su órbita concienzudamente, como si ignorara la inutilidad de sus esfuerzos.

Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con profundos pensamientos las casillas de mi tablero:

«Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía.

»Se debe escribir en una lengua que no sea materna.

»Los cuatro puntos cardinales son tres: el Sur y el Norte.

»Un poema es una cosa que será.

»Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.

»Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.

»Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento.

»Si yo no hiciera, al menos una locura por año, me volvería loco.»

Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha, me lanzo a la atmósfera del último suspiro.

Ruedo interminablemente sobre las rocas de los sueños, ruedo entre las nubes de la muerte.

Encuentro a la Virgen sentada en una rosa, y me dice:

«Mira mis manos: son trasparentes como las bombillas eléctricas. ¿Ves los filamentos de donde corre la sangre de mi luz intacta?

»Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad.

»Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias, y soy la capitana de las otras once mil que estaban en verdad demasiado restauradas.

»Hablo una lengua que llena los corazones según la ley de las nubes comunicantes.

»Digo siempre adiós, y me quedo.

»Amame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas.

»Tengo tanta necesidad de ternura, besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de la neblina intermitente.

»Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.

»Amame.»

Me puse de rodillas en el espacio circular y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi paracaídas.

Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas.

Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que me dijo gracias y se alejó, sentada sobre su rosa blanda.

Y heme aquí solo, como el pequeño huérfano de los naufragios anónimos.

Ah, qué hermoso... qué hermoso.

Veo las montañas, los ríos, las selvas, el mar, los barcos, las flores y los caracoles.

Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.

Ah, ah, soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su garganta con claro de luna, sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas.

De cada gota del sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la tarea de bautizar como a botellas de vino.

Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de profeta.

La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro hinchado hasta tocar los pies de la amada.

Aquél que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser Walt Whitman, pues jamás he tenido una barba blanca como las bellas enfermeras y los arroyos helados.

Aquél que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos, que son solamente astrónomos activos.

Aquél que bebe el vaso caliente de la sabiduría después del diluvio obedeciendo a las palomas y que conoce la ruta de la fatiga, la estela hirviente que dejan los barcos.

Aquél que conoce los almacenes de recuerdos y de bellas estaciones olvidadas.

Él, el pastor de aeroplanos, el conductor de las noches extraviadas y de los ponientes amaestrados hacia los polos únicos.

Su queja es semejante a una red parpadeante de aerolitos, sin testigo.

El día se levanta en su corazón y él baja los párpados para hacer la noche del reposo agrícola.

Lava sus manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como la luz y la cosecha de esas flacas espigas de la lluvia satisfecha.

Los gritos se alejan como un rebaño sobre las lomas cuando las estrellas duermen después de una noche de trabajo continuo.

El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin corazón.

Sé triste tal cual las gacelas ante el infinito y los meteoros, tal cual los desiertos sin mirajes.

Hasta la llegada de una boca hinchada de besos para la vendimia del destierro.

Sé triste, pues ella te espera en un rincón de este año que pasa.

Está quizá al extremo de tu canción próxima y será bella como la cascada en libertad y rica como la línea ecuatorial.

Sé triste, más triste que la rosa, la bella jaula de nuestras miradas y de las abejas sin experiencia.

La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.

Vamos cayendo, cayendo de nuestro zenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.

Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del zenit al nadir porque ese es tu destino, tu miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra.

Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos cayendo.

Ah, mi paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la muerte, despeñada entre los astros de la muerte.

¿Habéis oído? Ese es el ruido siniestro de los pechos cerrados.

Abre la puerta de tu alma y sal a respirar al lado afuera. Puedes abrir con un suspiro la puerta que haya cerrado el huracán.

Hombre, he ahí tu paracaídas maravilloso como el vértigo.

Poeta, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el imán del abismo.

Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso como el relámpago que quisiera cegar al creador.

¿Qué esperas?

Mas he ahí el secreto del Tenebroso que olvidó sonreír.

Y el paracaídas aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga interminable.