martes, diciembre 19, 2006

Historias de Viajes

Que soy una nenita llorona, que eso me vive pasando todo el tiempo, si lo sé, y la verdad no me importa!

Este es un email que le escribí a unos amigos el 23 de diciembre de 2004.


Ana, Bibi, Fredy “Jojoy”, Mafe y Tigre un saludo a todos ustedes desde aquí, Quito. Donde ya me encuentro desde anoche. Llegué a mi ciudad a las 5 y 40 de la tarde, 5 minutos antes de lo previsto. ¿qué como estuvo el viaje? Pues debo decir sencillamente que bien.

Empecé el día levantándome como a las 8 de la mañana en una calidad mañana en Ibagué, a las nueve y media de la mañana muy presuroso fui al terminal y bajando las escaleras pisé en falso con uno de mis tobillos defectuosos de nacimiento (“el médico de mi colegio me dijo que eran muy delgados para mi altura y para mis largos pies” una carrera en el atletismo frustrada muy pronto, era el más rápido en los 60 metros en mi colegio). Ana me preguntó si estaba bien, yo instintivamente me levanté y dije
que sí. El papá de Ana molestaba con “Bonita forma de bajar las escaleras”.

Conforme pasaba el día me iba doliendo más y más el tobillo y era más difícil caminar. Me pude quitar el zapato a las siete de la noche ya estando en mi casa, tenía el tobillo del tamaño de mi hombro y una mezcla entre verde y morado. Considerando que no estabas acá Tigre para la respectiva sobada (“no estoy muy seguro de que se escriba así”) tuve que emplear una extraña solución denominada “Liquido Chino”, muy utilizado por los chinos para ese tipo de dolores y por lo tanto por mi familia, llevaba años sin usarla. Estaba tan hinchado que si me hubiera quitado el
zapato antes de terminar el viaje no me lo hubiera podido volver a poner.

En general el viaje hasta Bogotá fue muy rápido, el tráfico estaba pesado pero el conductor iba rápido y era bastante diestro, salimos a las diez en punto como estaba previsto y llegamos al terminal terrestre a la una y cuarto. En donde me demoré fue en la fila para pedir un taxi, estuve haciendo fila cargando mi morral nuevo de 70 litros que pesaba 20 kilos (según la balanza del counter de Avianca) y con el tobillo cada vez doliendo más y yo cada vez más cojo, no podía asentar el pie sin que me
doliera. Jojoy recuerda, debes botar esa maleta cuadrada y toda vieja y rota que dejé en tu caasa encartándote un poquito.

Saben soy enemigo acérrimo del celular o por lo menos lo era, siempre que uno está en una conversación con mas personas suena un celular y se interrumpe la conversa, o durante una película o una comida. Y hoy agradezco en el alma estos días con celular, eso me permitió estar en contacto con ustedes, sobretodo mientras estuve en Bogotá, uno se envicia con esas cosas, y es ahora en este instante que entendí su importancia, es la posibilidad de sentirlos cerca a pesar de la distancia, es una
excelente forma de no sentirse tan sólo. A cada uno le coloque una tonada
diferente (Ana = Caprice; Bibi = Polska; Jojoy = Groovy Blue; Mafe = Nokia Tune;
Tigre = Tap Dance) así sabía quien llamaba. Saben la soledad me ha acompañado por mucho tiempo y sçe que lo seguirá haciendo, es inevitable con mi forma de ser, y ustedes han sido la mejor forma de escaparme un poco de ella. En el aeropuerto Intenté hablar con todos ustedes por celular, pero sólo tuve éxito con dos, a otros dos les dejé un mensaje y a la última una rápida despedida de 52 segundos. Mis últimos segundos antes de entrar al túnel los hice hablando por celular y fue bueno por que entré al avión con un sonrisa en los labios por la que había sido mi última llamada por celular, gracias Bibi, sabes una cosa, necesito volver a leer “Momo”. Sabes Mafe, si hubiéramos hablado te iba a proponer que a cambio de compañía en el aeropuerto por una hora te hubiera entregado mi saco azul de una vez.



Ya en el avión me tocó el asiento 23C, junto a un señor muy humilde y bajito (aproximadamente 1.45 m), viajaba a Riobamba, luego de visitar algún familiar en Colombia, casi no hablamos pero me pidió el esfero y me preguntó para que había que llenar ese formulario que nos acababan de entregar, eran los papeles de migración. Antes de que cerrarán las puertas envié un mensaje de texto a las 3 hermosas niñas que acompañaron mi último semestre; Jojoy y Tigre no se pongan celosos.

Por cierto, a propósito del esfero, al meter mi mano en mi morral (aclaro que no es el nuevo sino el que llevo a la U, aunque este semestre casi no lo usé sino para ir a Taganga), en el bolsillo especialmente diseñado para esferos y que es completamente oscuro introduje mi mano para extraer un esfero y cual no fue mi sorpresa al obtener un guante negro en mi mano resultante de haber hecho contacto con la tinta china negra regada de un estilógrafo que me dio por llevar a Ecuador.

Llegue a mi ciudad, a Quito, al único lugar que alguna vez he considerado mi hogar, todos los demás lugares aunque compartidos con gente a la que quiero muchísimo (unos “léase Tigreros y Fredy” más que otros “léase el resto”) nunca fueron mi hogar (“un lugar al que volvería una y otra vez y encontraría la mayor cantidad de cosas inmutables, casi tal cual como las dejé, como si el tiempo no hubiera pasado”).

Mi familia casi no me reconoce, y es que tengo el pelo un poco más largo a lo habitual. Llegaron sólo mis papas y mi hermana, mi hermano y mi cuñada llegaron más tarde a mi casa, ustedes saben el trabajo.

Les regalé 2 copias del “Atlas Pesquero” a mi familia, y lo contemplaron por largo tiempo, a la larga fue una de las razones por las que estuve alejado de ellos tanto tiempo, de no haber conseguido ese trabajo con el atlas, hace rato mis papás me hubieran obligado a regresar a casa.

Smallville, The O.C., Everwood y The Gilmore Girls, ah y E.R. entraron en étapa de repetición de capítulos, por lo tanto ni siquiera esa compañía tendré por el momento. Sorry, Ana, esta vez no podré grabar nada.

La situación económica en mi país y aquí en mi casa no es la mejor posible, de hecho esta vez yo mismo me pagué el pasaje a Ecuador, parece que la mía es la única economía floreciente en mi casa, curioso considerando que yo soy el único que sigue sus sueños y ellos los que se decidieron por el trabajo que más plata ofrecía.

Saben una cosa, lloré en el avión una vez más, una vez más por que creo que llevó diez años haciéndolo, pero saben una cosa, es la primera vez no lloró por llegar a Quito, esta vez lloré por dejar Colombia (“léase a un grupo de colombianos que llevó en el alma” y a los que les escribo este e mail).

No pido largas respuestas a este mail, pero por favor confírmenme que lo recibieron y lo leyeron, y hablen entre ustedes por e mail para confirmar que el resto lo recibió, que sea una excusa para hablar entre ustedes, no me extrañaría que solo dos de ustedes mantengan permanente contacto.

Los quiero muchísimo y espero todos ustedes tengan una super feliz navidad, rodeados de algunas de las personas que más los quieren a ustedes y que ustedes quieren más.

Paul

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