sábado, mayo 17, 2008

El debate del biocombustible calentó la cumbre UE-Latinoamérica

LIMA (AFP) — Los gobernantes de América Latina y Europa debatieron el viernes fórmulas comunes para contrarrestar el calentamiento global, en un debate impregnado de la polémica sobre los biocombustibles y su presunta vinculación con la crisis alimentaria mundial.

El debate fue "intenso", dijo en el cierre de la cumbre Unión Europea América Latina el primer ministro de Holanda, Jan Peter Balkenende, explicando que los mandatarios hablaron sobre la posibilidad de adoptar una serie de normas que garanticen que los biocombustibles no pongan en peligro el abastecimiento los alimentos ni la selva.

No obstante, en su declaración final los mandatarios apenas mencionaron el tema, limitándose a defender "acciones de cooperación energética birregional, relacionadas con las fuentes de energía limpia y las no renovables" y a promover "el intercambio de experiencias en biocombustibles". El jueves, a su llegada a Lima, el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva había considerado contradictorias las críticas a los biocombustibles, de los que Brasil es un líder productor mundial con su etanol de caña de azúcar.

"Quieren descontaminar el planeta, combatir el calentamiento global, firman el protocolo de Kyoto, y cuando Brasil ofrece un combustible no emisor de CO2, prefieren usar uno que lo emite; eso es una contradicción", dijo. Brasil es el segundo mayor productor mundial de etanol (de caña de azúcar) con 22.000 millones de litros en 2007 -el 32,6% de la producción mundial-, detrás de Estados Unidos, que produjo 28.000 millones, a partir del maíz.

Frente al calentamiento global y la disparada del precio del petróleo, Lula defiende en la región el aumento de la producción de biocombustibles, pero en los últimos meses éstos pasaron de ser el combustible ecológico por excelencia a ser cuestionados y vistos con desconfianza por los europeos y organizaciones defensoras del medio ambiente.

Ahora los combustibles 'bio' son acusados de incrementar la deforestación, aumentar el monocultivo y provocar el desplazamiento de campesinos, además de generar un aumento de los precios internacionales de los granos con el consiguiente riesgo de escasez de alimentos.

El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, matizó las críticas al alertar que "no es tan evidente" su peso en el precio de los alimentos. Europa quiere reducir en un 20% los gases de efecto invernadero en 2020 mediante un aumento al 20% de la parte de energías renovables en el consumo energético total del bloque y al 10% la de los biocombustibles en el transporte.

Una meta cuestionada en Lima por la organización ecologista Greenpeace, que advirtió que "Europa ha establecido un corte que excede su capacidad de producción, por lo que se procura que los países de América Latina se conviertan en proveedores dentro del mercado internacional, poniendo en peligro su patrimonio natural".

Para Lula, en cambio, se está evitando el debate real: "nadie quiere discutir cuánto Europa pagó para que sus productores (rurales) no produzcan ni cuánto implica un barril de petróleo a 124 dólares", dijo. Y aseguró que "hay una disputa comercial en el mundo, las petroleras están contra (los biocombustibles), los países no quieren cambiar sus matrices". La producción mundial de biocombustibles representa 1% de la producción de combustibles fósiles.

Tomado de AFP Google

¿Quién gana con la crisis alimentaria mundial?

Es la pregunta que hace Esther Vivas en este texto, que habla de los problemas para acceder a los alimentos, y que apunta a las multinacionales que controlan su producción y distribución como las beneficiarias de la situación actual.

Esther Vivas * (17/05/2008)
El precio de los alimentos y, en especial, de los cereales básicos ha aumentado espectacularmente en estos últimos meses. Los medios de comunicación nos han mostrado nuevas revueltas del hambre en los países del Sur que nos recuerdan aquellas que se llevaron a cabo a mediados y finales de los ochenta contra los planes de ajuste estructural impuestos por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

En países como Haití, Pakistán, Guinea, Marruecos, México, Senegal, Uzbekistán, Bangladesh… la gente ha salido a la calle para decir: “Ya basta”. Pero, ¿qué se esconde detrás de la crisis alimentaria mundial? ¿Todo el mundo pierde? ¿Hay quien sale ganando?

El precio de sesenta productos agrícolas ha aumentado un 37% en el último año en el mercado internacional. Un aumento que ha afectado sobre todo a los cereales con una subida del 70%. Entre éstos, el trigo, la soja, los aceites vegetales y el arroz han alcanzado cifras récord. El precio del trigo, por ejemplo, suma hoy un 130% más que hace un año y el arroz un 100%. Viendo estos datos no es de extrañar las explosiones de violencia en el Sur para conseguir alimentos porque son los cereales básicos, aquellos que alimentan a los más pobres, los que han experimentado una subida sin parangón.

"El problema hoy no es la falta de alimentos en el mundo, sino la imposibilidad para acceder a ellos"
Pero el problema hoy no es la falta de alimentos en el mundo, sino la imposibilidad para acceder a ellos. De hecho, la producción de cereales a nivel mundial se ha triplicado desde los años sesenta, mientras que la población a escala global tan sólo se ha duplicado.

Hay razones varias que explican este aumento espectacular de los precios: desde las sequías y otros fenómenos meteorológicos en países productores como China, Bangladesh y Australia que habrían afectado a las cosechas; el aumento del consumo de carne por parte de pujantes clases medias en América Latina y en Asia, especialmente en China; las importaciones de cereales realizadas por países hasta el momento autosuficientes como India, Vietnam o China, debido a la pérdida de tierras de cultivo; el aumento del precio del petróleo que habría repercutido directa o indirectamente, y hasta las crecientes inversiones especulativas en materias primas.

Es aquí donde creo importante centrarnos en estas dos últimas causas. El aumento del precio del petróleo ha generado el uso de combustibles alternativos como aquellos de origen vegetal. Gobiernos como el de Estados Unidos, la Unión Europea, Brasil y otros han hecho especial énfasis en la producción de agrocombustibles como una alternativa a la escasez de petróleo y al calentamiento global. Pero esta producción de combustible verde entra en competencia directa con la producción de alimentos.

Por poner sólo un ejemplo, el año pasado en Estados Unidos el 20% del total de la cosecha de cereales fue utilizada para producir etanol y se calcula que en la próxima década esta cifra llegará al 33%. Imaginémonos esta situación en los países del Sur. La FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ya ha reconocido que “a corto plazo, es muy probable que la expansión rápida de combustibles verdes, a nivel mundial, tenga efectos importantes en la agricultura de América Latina”.

"La crisis alimentaria global beneficia a las multinacionales que monopolizan cada uno de los eslabones de la cadena de producción, transformación y distribución de los alimentos"
Otra causa a resaltar es la creciente inversión por parte del capital especulador en materias primas. En la medida en que la burbuja inmobiliaria estalló en los Estados Unidos y se profundizó en la crisis financiera, los especuladores empezaron a invertir en alimentos, empujando al alza sus precios.

Pero esta crisis alimentaria mundial no es coyuntural, sino que responde al impacto de las políticas neoliberales que se vienen aplicando desde hace treinta años a escala global. Liberalización comercial a ultranza a través de las negociaciones en la Organización Mundial del Comercio y en los acuerdos de libre comercio y las políticas de ajuste estructural, el pago de la deuda externa, la privatización de los servicios y bienes públicos son sólo algunas de las medidas que se han venido imponiendo por parte del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en las últimas décadas en los países del Sur.

Unas políticas que han permitido la invasión de estos mercados por productos del agrobusiness del Norte altamente subvencionados y que han acabado con la agricultura y la ganadería autóctona; reconvirtiendo y privatizando tierras destinadas hasta el momento al abastecimiento local en tierras de producción de mercancías para la exportación. Unos territorios en manos de la agroindustria, quien ha sacado provecho de una mano de obra barata y de una laxa legislación medioambiental.

"Debemos de reivindicar el derecho de los pueblos a la soberanía alimentaria, a controlar su agricultura y su alimentación"
Este modelo de agricultura y alimentación no sólo tiene consecuencias en el Sur global, sino también en las comunidades del Norte: acabando, en ambos lados del planeta, con una agricultura familiar y un comercio de proximidad vital para las economías locales; promoviendo una creciente inseguridad alimentaria con una dieta que se abastece de alimentos que recorren miles de kilómetros antes de llegar a nuestra mesa, y fomentando una agricultura y ganadería intensiva, desnaturalizada, drogodependiente (por el alto uso de pesticidas) y donde el beneficio económico se antepone a los derechos sociales y medioambientales.

La crisis alimentaria global beneficia a las multinacionales que monopolizan cada uno de los eslabones de la cadena de producción, transformación y distribución de los alimentos. No en vano los beneficios económicos de las principales multinacionales de las semillas, de los fertilizantes, de la comercialización y transformación de comida y de las cadenas de la distribución al detalle no han parado de aumentar.

Los alimentos se han convertido en una mercancía en manos del mejor postor. Las tierras, las semillas, el agua… son propiedad de multinacionales que ponen un precio exorbitante a unos bienes que hasta hace muy poco eran públicos. Frente a la mercantilización de la vida, debemos de reivindicar el derecho de los pueblos a la soberanía alimentaria, a controlar su agricultura y su alimentación. No se puede especular con aquello que nos alimenta.

(*) Esther Vivas es co-coordinadora de los libros Supermercados, no gracias y ¿Adónde va el comercio justo?. Este artículo ha sido publicado en el diario Público.

Más información:
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura
Otras noticias sobre agricultura publicadas en Canal Solidario

Canal Solidario-OneWorld 2008


Tomado de Canal Solidario

lunes, mayo 12, 2008

Protocolo de Kyoto fue una negociación muy ingenua

:: ENTREVISTA CON THOMAS SCHELLING EN PERÚ, GANADOR DEL PREMIO NOBEL DE ECONOMÍA DE 2005

Invitado por la Universidad San Martín de Porres y el Instituto del Perú para dictar una conferencia sobre el cambio climático y recibir un doctorado Honoris Causa, el ganador del Nobel de Economía del 2005, Thomas Schelling, compartió con Correo su escepticismo sobre la preocupación de los países desarrollados por detener el calentamiento global.


Correo: Cuando se discuten las medidas para combatir el calentamiento global, inevitablemente surge una disyuntiva entre desarrollo económico y protección del medio ambiente. ¿Qué opina al respecto?

Thomas Schelling: Primero, debe quedar claro que quienes tienen que realizar el mayor esfuerzo para detener el cambio climático son los países desarrollados. Es un error pedir a países como el Perú que retrasen su desarrollo económico para proteger el medio ambiente, pues sólo ese desarrollo les permitirá poder combatir sus consecuencias. Los países del primer mundo deberían acelerar y profundizar las investigaciones que permitan cambiar su matriz energética y proporcionar soporte financiero a los países en desarrollo para convertir sus sistemas de energía a esas nuevas tecnologías.



C: ¿Por qué es tan difícil para los países desarrollados alcanzar un acuerdo sobre estos temas?

TS: Bueno, este tal vez sea el mayor reto que un número tan grande de naciones haya tenido que enfrentar de manera simultánea. Sólo recuerdo el caso de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) como un caso exitoso en el cual, alrededor de quince naciones trabajaron juntas y asumieron compromisos muy serios para armar, equipar y entrenar ejércitos que pudieran hacer frente a un “enemigo o peligro común”.



C: ¿Les resulta más difícil ver al calentamiento global como un enemigo?

TS: Al menos no como un enemigo frente al cual estén dispuestos a ajustarse los cinturones, pagar más impuestos y ser sometidos a mayores regulaciones.



C: Siendo usted un experto en la teoría de juegos, ¿no hay forma de que estos actores se puedan sentar y llegar a un acuerdo mutuamente satisfactorio?

TS: Mientras el incentivo esté basado en sanciones económicas, dudo mucho que se pueda promover la cooperación. Repito, los países desarrollados no se han tomado en serio el tema y dudo que lo hagan hasta dentro de unos diez años. Tomemos el caso del Protocolo de Kyoto, que buscó reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a niveles anteriores a 1990. Fue una negociación bastante ingenua. No creo que ninguno de los negociadores de ese Tratado tuviera alguna idea del costo económico de las medidas que se proponían. Países como Inglaterra pudieron alcanzar sus compromisos porque pudieron reemplazar con gas su tradicional fuente de energía que era el carbón, pero ese no era el caso de EEUU.



C: ¿De qué tipo de políticas económicas hablamos?

TS: Supongamos que para reducir las emisiones tuviéramos que optar por disminuir el tráfico de aeronaves. Ello requeriría de una difícil combinación de mayores impuestos y regulaciones a la industria del transporte, todo lo cual pasa por una previa negociación en el Congreso. Estoy seguro que Al Gore, que en Kyoto estuvo de acuerdo con los compromisos pactados, no tenía idea de lo difícil que sería aprobar los cambios legislativos necesarios para poder cumplirlos.



C: Si el camino no pasa por imponer restricciones a las emisiones, ¿cuál es la alternativa?

TS: Yo creo que cada país debería partir por establecer una oferta de aquellas acciones que puede llevar a cabo y cuyos costos estén dispuesto a asumir, sea mediante impuestos, subsidios, regulaciones o investigación y desarrollo. Sobre esa base, se puede calcular cuál será el impacto que cada una de esas medidas tendrá sobre el nivel global de emisiones y así poder alcanzar un acuerdo razonable y exigible.



C: ¿Qué opina del impacto en el precio de los alimentos por el intento de reemplazar combustibles fósiles con etanol?

TS: Debemos aceptar el hecho que hemos entrado a una etapa de crecimiento sostenido en el precio de los alimentos en la medida en que países tan densamente poblados como China e India ven aumentar sus ingresos y su población pasa de una “dieta verde” a una dieta roja”. En el largo plazo, no creo que el etanol pueda competir con la mayor demanda por granos para la industria alimenticia y la sustitución de combustibles fósiles tendrá que darse a partir de otras tecnologías.



C: Un país como el Perú, tan gravemente amenazado por el calentamiento global, ¿qué puede hacer, al margen de las medidas que tomen o no los países desarrollados?

TS: Debe cuidar de preservar al máximo sus fuentes de agua, invirtiendo en represas, en infiltrar del agua de sus ríos y en desalinizar agua de mar para irrigar las tierras en la Costa.

Fuente: Correo Perú