miércoles, agosto 30, 2006

Los motivos del lobo (Rubern Darío)

El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbio, el terrible lobo.
Rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel, ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.

Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos o de corderillos.

Francisco salió:
al lobo buscó
en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo:
--¡Paz, hermano lobo!
El animal contempló al varón de tosco sayal,
dejó su aire arisco, cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: --¡Está bien, hermano Francisco!
-- ¡Cómo! -exclamó el Santo-.
¿Es ley que tú vivas de horror y de muerte?
La sangre que vierte tu hocico diabólico,
el duelo y espanto que esparces,
el llanto de los campesinos,
el grito, el dolor,
de tanta criatura de Nuestro Señor,
¿no ha de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno Luzbel o Belial?

Y el gran lobo, humilde:
--¡Es duro el invierno y es horrible el hambre!
En el bosque helado no halle qué comer;
y busqué el ganado,
y a veces comí ganado y pastor.
¿La sangre?
Yo vi más de un cazador sobre su caballo
llevando el azor al puño;
o correr tras el jabalí, el oso o el ciervo;
y a más de uno vi mancharse de sangre,
herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
Y no era por hambre,
que iban a cazar.

Francisco responde:
--En el hombre existe mala levadura.
Cuando nace viene con pecado.
Es triste. Mas el alma simple de la bestia es pura.
Tú vas a tener desde hoy qué comer.
Dejarás en paz rebaños y gentes en este país.
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!
-- Está bien, hermano Francisco de Asís.
-- Ante el Señor, que todo ata y desata,
en fe de promesa, tiéndeme la pata.
El lobo tendió la pata al hermano de Asís,
que a su vez le alargó la mano.
Fueron a la aldea.
La gente veía y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero, y,
baja la testa, quieto le seguía como un can de casa,
o como un cordero.

Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó, y dijo:
--He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya nuestro enemigo
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios.
--¡Así sea!, contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal de contentamiento,
movió testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían
y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias
y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía
el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle, iba por los montes,
descendía al valle, entraba a las casas
y le daban algo de comer.
Mirábanle como a un manso galgo.
Un día, Francisco se ausentó.
Y el lobo dulce, el lobo manso y bueno,
el lobo probo, desapareció,
tornó a la montaña,
y recomenzaron su aullido y su saña.

Otra vez sintióse el temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto los alrededores;
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera no dio tregua a su furor jamás,
como si tuviera fuego de Moloch y de Satanás.

Cuando volvió al pueblo el divino Santo,
todos le buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de los que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.

Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña a buscar al falso lobo carnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.
-- En nombre del Padre del sacro universo,
conjúrote -dijo-, ¡oh lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho.
Como en sorda lucha habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:
-- Hermano Francisco, no te acerques mucho.
Yo estaba tranquilo allá, en el convento;
al pueblo salía y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaba la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos y los pies.
Seguí tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así me apalearon y me echaron fuera,
y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente,
mas siempre mejor que esa mala gente.
Y recomencé a luchar aquí, a me defender
y a me alimentar, como el oso hace,
como el jabalí, que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.

El Santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración, que era:
Padre nuestro, que estás en los cielos...

viernes, agosto 18, 2006

El Gran Diluvio (Santa Marta, 2003)


Era un viernes que empezó como cualquier otro, donde el motor de muchos de los samarios o residentes de la zona, no era otro sino el terminar pronto la semana para empezar la rumba, el fin de semana y descansar de todo lo trabajado durante los últimos cinco días.
Pero hacia las cinco de la tarde las cosas cambiaron, "un grande nubarrón se alza en el cielo, ya se aproxima una fuerte tormenta, ... ya viene...", grandes nubes muy grises llegaron desde todos los lugares y se terminaron precipitando a tierra en lo que se puede considerar el más grande aguacero en Santa Marta de los últimos tres años.

Yo me encontraba en el INPA (Instituto Nacional de Pesca y Acuicutura), gran instituto que ha entrado en proceso de liquidación, la razón de mi presencia, estaba colaborando en la edición de un libro, pero esa es otra historia y no viene al caso. Eran las cinco de la tarde cuando empezó una pequeña llovizna, como el horario de trabajo de esa oficina es hasta las seis de la tarde no nos preocupamos, seguimos trabajando normalmente, que sorpresa la que nos llevamos cuando a eso de las cinco y media el aguacero era tan pero tan fuerte, que todos habíamos decidido permanecer ahí hasta que el aguacero amainara un poco. Pero eso no sucedió!

La oficina del INPA consta de dos secciones divididas por un patio central, para nosotros, que nos encontrábamos en la oficina posterior la lluvia nos cogió por sorpresa, el nivel de agua en el patio subió inesperada y prontamente, razón por la cual decidimos esperar un poco más, apenas terminara la lluvia el agua descendería rápidamente, en ciudades como Santa Marta, toda el agua corre rauda hacia el mar e inevitablemente el patio pronto estaría libre de agua nuevamente.

La lluvia sin embargo siguió aumentando su ira, y poco a poco el nivel de agua aumentó más y más, de pronto por los bordes del techo de la oficina empezó a aparecer agua, pequeños manchas que descendían por toda la pared, debimos apresurarnos para evitar que los cuadros, libros que estaban en la pared en la zona de influencia del agua sufriera dañados por la humedad. Afortunadamente, la luz no se fue en Santa Marta como otras veces suele suceder, cada vez que llueve se debe ir la luz, más tarde descubriría que en El Rodadero sí se había ido la luz.


Aproximadamente a las siete y media la lluvia había terminado, fue un aguacero irregular llovía con todas sus fuerzas y de pronto amainaba para en breve retomar la furia y caerse con más fuerza, pero finalmente había concluido, pero el nivel de agua en el patio era tan alto que demoraría bastante en descender, lo cual significa que podía empezar nuevamente a llover, conseguí unas botas de caucho, de aquellas que alguna vez había usado cuando me embarqué por los lados del Cabo de la Vela, me las coloqué y reuní las sillas plásticas del patio y formé un puente para que todos pudiéramos salir sin tener que mojarnos ni usar botas.

Cruzamos la casa externa y nuestra sorpresa fue mayor cuando vimos que el agua realmente corría hacia el mar, la calle no se veía por ningún lado, era un completo río que velozmente corría hacia el mar, mi problema mi buseta la tenía que coger un poco más hacia el mar, por lo tanto buscaría el agua correntosa. Uno de mis compañeros de aventura me ofreció gentilmente acercarme en el carro a la parada, una ruta que debían ser cuatro calles se convirtiá en una odisea de como 12 calles que concluyó a dos de distancia de mi parada, varias calles estaban completamente inundadas y no nos permitían el paso, otras habían sido cerradas por los habitantes de las mismas, como una medida de prevención, los carros que entraban en su calle provocaban olas, las mismas irrumpían en las casas y obviamente los vecinos no querían que eso ocurriera.

Terminé bajando en el supermercado "Vivero", crucé por su interior para evitar el agua, y mi sorpresa fue mayor al ver que el Río INPA se había tornado en el caudaloso Río Avenida 22, un sitio donde ríos importantes confluían y tumbaban a cualquier osado que a pie, en bicicleta o en moto intentara cruzarlo, fue más de uno el osado (ingenuo) que lo intentó pero a todos se los tragó, uno causó impacto ya que pasó en su moto y cayó, demoró y requirió de la ayuda de otros tres audaces para levantarla y sacarla del agua.

Más precavido utilicé el paso peatonal con forma de araña para cruzar, sin embargo, para llegar a él, debía caminar varios metros con treinta centímetros de mí dentro del agua. Desde arriba parecía caminar sobre un gran puente por debajo del cual un gran río atravesaba.
Tras un caminar en el cual muchos charcos, ríos, arroyos y salpicaduras de carro a toda velocidad amenazaban terminar la tarea de empaparnos a todos los transeuque hasta esa hora podíamos ir a nuestro hogar, los cuales no éramos pocos, era la gran mayoría. Tras mucho sortear agua llegué a mi parada y me dispuse a tomar el primer bus que pasara, pero el destino me deparaba otras circunstancias.

Muchos buses se habían varado y otros cuantos se habían guardado para evitar vararse, los restantes estaban haciendo sus Navidades en julio, llevaban ellos pocos a todos los pasajeros, de modo tal que por las ventanas salían brazos y cabezas, y por las puertas sobresalían piernas, torsos y cabezas. Los taxis cobraban como limosinas y llevaban de a cinco personas aunque estas nunca se hubieran saludado en toda su vida.

La lluvia por momentos arreciaba, y yo prefería cubrirme bajo cualquier techo a subir en uno de esos "busetas de la muerte", y es que realmente llevaban mucha gente, toda apretada para poder llevar más pasajeros y arreglar un año que de pronto no había resultado económicamente rentable. Varios personajes de mi mismo pensar nos refugiamos en el seno de un centro comercial el "Prado Plaza".

Algunos afortunados recibían el llamado de algún conocido que pasaba por aquel lugar y se marchaban, los que quedábamos nos empezábamos a conocer, muchos eran turistas que por esas épocas que abundan, "¿Qué si siempre llueve de esa forma en Santa Marta? ¿Qué que forma tan salvaje de llover y de inundarse por todas partes?. Cachacos y costeños, y hasta un extranjero, yo, conversábamos amenamente de varios temas, por ejemplo, el gran aguacero de noviembre de 2003, por un tormenta tropical que destrozaba otros sectores del Caribe, de la gran afluencia de turismo, y del grupo de gente que saliá corriendo desesperada a subirse a un camioncito descubierto que ofreciá llevarlos gratis a El Rodadero, como a 30 personas trepó, y terminaron todos apretados y mojados, por que en ese preciso instante un nuevo aguacero arreció contra esa pobre gente.

Eran como las diez de la noche, cuando ya la lluvia había concluido, final y definitivamente, cuando un bus que se había varado a poca distancia logró arreglar su inconveniente y regresó a su casa en El Rodadero, y realizósu último recorrido, fui el tercero en subirme y el primero en bajarme en casa, sano y salvo. Pero antes de entrar me desviaría de mi camino para comer un perro caliente y una gaseosita, la espera y la conversación me habían abierto el apetito y dentro llevaba un monstruo hambriento, que hace rato se quejaba.

Todo el camino de Santa Marta a el Rodadero, es decir, el Ziruma, la gran cima que separa los dos trayectos, estaba oscuro y lleno de piedras derrumbadas durante los aguaceros, obligaron a hacer el recorrido a poca velocidad y con mucha precaución.

Mientras devoraba mi perro caliente, volvía la luz, que en El Rodadero, en general, y en mi casa, en particular, se había casi con la llegada de la lluvia.

Entré en mi casa ya con luz, y todos dormían, habían lidiado contra la lluvia, que por una gotera en uno de los baños inundaba la casa, yo por mi parte conversé sabroso y mi única queja, por que hay tantos mosquitos cuando llueve, me tenían completamente mordisqueado.
Por lo pronto que siga lloviendo, pero que no exagere, decidió en una noche caer el agua que el cielo debía a Santa Marta hace tres años.